Necesitamos una reflexión
sobre el talento ético, sobre el comportamiento moral del hombre; necesitamos
la ética, la doctrina filosófica o teológica sobre las normas y valores que han
de regir nuestros proyectos y acciones. La crisis debe ser una oportunidad, y
el “reto” puede dar paso a la “respuesta”. Deberemos pues, empeñarnos en hallar
una respuesta positiva a la cuestión de una actitud ética mundial.
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¿Por qué no hacer el mal?
¿Por qué debe el hombre
hacer el bien y no el mal? ¿Por qué no está el hombre “más allá del bien y del
mal”, únicamente entregado a su “voluntad de poder”?. El individuo concreto se
plantea preguntas como éstas: ¿Por qué no mentir, engañar, robar o matar,
cuando ello resulta ventajoso y, en un caso dado, no hay que temer ser
descubiertos o castigados?
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¿Por qué hacer el bien?
¿Por qué tiene el hombre que
ser amable, tolerante y altruista, en vez de desconsiderado y brutal, o por qué
han de renunciar los jóvenes a la no violencia y optar activamente por la no
violencia?
El estado democrático, de
acuerdo con su constitución, ha de respetar, proteger y fomentar la libertad de
conciencia y religión, la libertad de prensa y reunión, y todo lo concerniente
a los modernos derechos humanos. Sin embargo, este estado no debería imponer un
sentido o estilo de vida, ni prescribir legalmente ninguna clase de valores
supremos o normas últimas, si quiere conservar intacta su neutralidad de
cosmovisión.
He aquí el dilema de todo
estado moderno (En Europa, América, India o Japón) estar orientado a algo que
él no puede prescribir legalmente.
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Mínimo en valores, normas y actitudes
comunes.
En nuestros días podemos
hablar ya de una amplia coincidencia: sin un consenso básico minimal sobre
determinados valores, normas y actitudes, resulta imposible una convivencia
humana digna, tanto en pequeñas como grandes sociedades.
Vínculos
Libres
Para que funcione la
sociedad moderna, no hay que descuidar la cuestión de las finalidades, de las
“ligaduras”, de los vínculos individuales libremente elegidos. En la vida
humana es más decisiva que nunca la vinculación a orientaciones, valores,
normas, actitudes y contenidos vitales, y todo ello a un nivel transnacional y
transcultural.
El hombre normalmente siente
un inextinguible deseo de aferrarse a algo, de confiar en algo: el deseo de
poseer algo semejante a una “orientación fundamental ética”.
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En vez de ética del éxito o de intenciones,
ética de responsabilidad.
Por el contrario, si sería
fecunda de futuro una ética de la responsabilidad. “Ética ideológica y ética de
responsabilidad no son conceptos totalmente, sino complementarios, que
coadyuvan a la formación del hombre auténtico, del que puede tener vocación
para la política”. Sin una ética ideológica, la ética de responsabilidad, la
ética ideológica se quedaría en mera autojustificación de la propia
subjetividad.
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Responsabilidad para con el ámbito común, el
medio ambiente y el mundo futuro.
El mensaje para el tercer
milenio podría concretarse así responsabilidad de la comunidad mundial con
respecto a su propio futuro. Responsabilidad para con el ámbito común y el
medio ambiente, pero también para con el mundo futuro. Con responsables de las
diferentes regiones, religiones e ideologías han de aprender a pensar y actuar
desde contextos globales.
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Objetivo y criterio: El hombre
El hombre ha de ser más de
lo que es: ha de ser más humano. Es bueno para el hombre de lo que preserva,
fomenta y realiza su humanidad, y todo ello de una forma totalmente nueva. El
hombre ha de explotar su potencial humano, en aras de una sociedad humana y un
ecosistema intacto, cambiando básicamente su rumbo de actuación. En este
sentido el realismo del principio responsabilidad y la “utopía” del principio
esperanza se reclaman mutuamente.
Tenemos muy claro que
también las computadoras y las máquinas, la cibernética y las técnicas de
empresa, la organización y los sistemas están en función del hombre y no al
revés.
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Sin un talante ético mundial, no hay orden
mundial
Podemos estar de acuerdo en
que el hombre no va a mejorar mediante el creciente recurso a leyes y
preceptos, y tampoco por meros procedimientos psicológicos o sociológicos. De
poco sirve a los diversos estados y organizaciones, como la CEE, USA u ONU, la
constante creación de nuevas leyes. Si una gran parte de ciudadanos no piensa
lo más mínimo en aceptarlas, y dispone de medios, y procedimientos suficientes
para seguir manteniendo impunemente sus propios intereses personales o de
grupo.
Si queremos una ética que funciones
en beneficio de todos, esta ha de ser la única. Un mundo único necesita cada
vez más una actitud ética única. La humanidad posmoderna necesita objetivos,
valores, ideales y conceptos comunes. Pero aquí surge una cuestión
controvertida ¿No presupone todo ello una fe religiosa?
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